En Entre Ríos, la soja, el maíz y el trigo constituyen la base de las rotaciones más frecuentes, aunque la decisión de incluir o no soja de primera en el esquema genera diferentes efectos tanto en el manejo agronómico como en los resultados económicos. El análisis se centra en identificar las diferencias que surgen en términos de requerimientos de insumos, aporte de nutrientes al suelo y, finalmente, el impacto en los márgenes económicos.
El presente informe compara dos alternativas:
- Rotación A: Maíz → Soja de primera → Trigo con Soja de segunda.
- Rotación B: Maíz → Trigo con Soja de segunda.
Para la comparación se consideró un horizonte de seis campañas agrícolas consecutivas, lo que permite abarcar dos ciclos completos de la Rotación A y tres ciclos de la Rotación B. El análisis contempla, para cada esquema, la evolución de la inversión en insumos, los ingresos brutos y su rentabilidad. Con el objetivo de aislar el efecto propio de la estructura de cada rotación, los cálculos se realizaron manteniendo constantes los precios de los productos y los costos de los insumos al nivel vigente en la campaña actual. De este modo, se evita introducir supuestos de mercado o climáticos y se logra una comparación estrictamente técnica entre ambas alternativas productivas.
Actualmente, si consideramos los rendimientos promedio de las últimas cinco campañas exceptuando la sequía de la campaña 2022/23, el cultivo más rentable en campo propio es la soja, seguido del maíz, mientras el trigo mantiene la rentabilidad más acotada.
La principal diferencia económica radica en la inversión en urea: la rotación B, al sembrar trigo luego de la cosecha de maíz, incrementa el costo de fertilización debido a la mayor inmovilización de nitrógeno que genera el antecesor maíz frente a soja. Por esto, aumenta el uso de urea, aquí estimados en 100 kg aproximadamente, lo que representa una inversión extra en el trigo de 62,5 dólares (según precio de la semana del 8 de septiembre, aportado por colaboradores). Esta inversión es fundamental para mantener el mismo nivel de rendimientos en trigo que si hubiese estado precedida por soja (como en la rotación A, que no considera dicha inversión extra).
La estrategia de rotación B, en el plazo de seis campañas conlleva un 20% mayor en costos en insumos que la rotación A.
Sin embargo, la inversión extra en nitrógeno al “saltear” la siembra de soja de primera entre maíz y trigo, eleva el rendimiento de indiferencia de trigo. Esto, con los precios actuales, no genera un beneficio extra en la rentabilidad: actualmente la soja posee precio más competitivo que el trigo, lo cual la hace más rentable.
En las últimas cinco campañas (sin considerar la sequía de 2022/23), los rendimientos de trigo fueron 29% mayores a la soja de primera. Sin embargo, el precio de la soja, según la pizarra Rosario del día 10/9/25, es un 48% mayor al de trigo, mientras que los costos, sin considerar la demanda de mayor inversión en urea, son aproximadamente iguales. Saltear la siembra de soja de primera, e invertir en nitrógeno para la siembra de trigo para lograr alcanzar rendimientos promedios no se justifica con la estructura de costos y los precios actuales.
Sin considerar el pago de arrendamiento (pero sí costos de comercialización), los resultados a precios actuales se muestran en la Tabla 1 para la rotación A, en la Tabla 2 para la rotación B y el comparativo en la Tabla 3.
La variable clave no es únicamente la urea sino la relación de precios (soja vs trigo) y la secuencia de cultivos que genera ingresos. El efecto del mayor gasto en fertilizantes a lo largo de las seis campañas, debido a las tres aplicaciones de trigo en la rotación B que demandan mayor uso de fertilización que en las aplicaciones de trigo de la rotación A, no es motivo suficiente por sí solo para explicar la superioridad de la rotación A. Incluso si realizamos el supuesto de que los 100 kg extras de urea se realizaran a costo $0, con los precios actuales, la rotación A seguiría levemente por encima.
En un planteo de un caso con un buen paquete tecnológico y manejo adecuado de los cultivos, teniendo en cuenta un pago de arrendamiento anual de 8 quintales de soja y con los siguientes rindes:
- Maíz: 7.000 kg/ha
- Soja de primera: 3.000 kg/ha
- Soja de segunda: 2.500 kg/ha
- Trigo: 3.500 kg/ha
Con los supuestos de precios, costos e inversión extra en fertilización en la rotación B utilizados al inicio, los resultados son los mismos que en el caso de rendimientos promedio. En este caso, la rotación A presenta, al cabo de seis campañas, una rentabilidad del 9%, mientras que la rotación B presenta beneficios del 6%. Para que resulte indiferente en términos económicos, la relación de precios entre soja y trigo debería ser menor.
Por ejemplo, un aumento en la cotización de trigo del 35% emparejaría las rentabilidades. Por otro lado, que se combine una baja del 10% en el precio de la soja con un aumento del 15% en el precio del trigo, también generaría rentabilidades parejas. Además, con el precio de trigo constante, una caída del 17% en el precio de la soja también generaría los mismos beneficios en las rotaciones: 3,5% tanto en A como en B.
Para invertir la preferencia entre rotaciones, se necesitan cambios fuertes en los precios relativos o una mayor brecha en los rendimientos a favor del trigo, por lo que la preferencia es estable bajo variaciones razonables en las cotizaciones y rendimientos promedios.
Se concluye que, con los precios y costos actuales, incluir soja de primera en la rotación entre maíz y trigo no sólo resulta más rentable que no incluirla, sino que también aporta mayor estabilidad y sustentabilidad al sistema productivo.